Todas las niñas del Perú

Y es que una quiere que su hija o hijo sea feliz, que los traumas y fantasmas no rocen sus vidas.  Una quiere creer eso y también quiere imaginar que logrará (dentro de limites racionales) evitar vivencias que enloden su inocencia.  ¿Cuan conscientes hay que ser todo el tiempo de todo y todos para lograrlo?

Yo cargo con mi hija por el mundo, no confío en nadie. Sé que corre mas peligro en casa de alguna amiguita o de un tío que en un centro comercial, lo sé porque la estadística lo muestra y porque los relatos a media voz entre amigas lo confirman.

Diré algo simple: no quiero que violen a mi hija, ni la toquen o le digan cochinadas en la calle, me hice el firme propósito de protegerla al menos de las dos primeras. Por pura intuición creo que para esto tengo que explicarle (tal vez demasiado pronto) lo que le puede pasar y cómo protegerse; también intento dentro de todo no asustarla de los hombres que en un futuro (no todo lo lejano que su papa querría) llegarán.  Al mismo tiempo debo intentar que las compañeritas que ya hablan de chicos, besos y enamorados (a los ocho años) no la influyan lo suficiente como para que ella pierda las ganas de jugar en su club de Lulu a la ronda y a las muñecas.

Es injusto, a las ya recargadas tareas de la maternidad y el trabajo se debe agregar una vigilancia cotidiana porque andamos a oscuras las madres tratando de guiar a nuestras hijas por una vida donde se valora su autonomía cada vez más, pero donde son tan vulnerables con cada paso lejos de nuestra mirada.

Y en ese proceso, donde cada tío, amigo, profesor, jardinero y un largo etc., podría ser un potencial victimario (porque para mi el propósito de protegerla ha pasado por mantener ciertas reglas que no se rompen ni con el mejor amigo) una se da cuenta que algo muy terrible pasa a puertas cerradas en miles de miles de hogares de nuestro país para haber construido esta estadística grotesca donde solo las denuncias anuales por violación bordean los 7000 casos… y aunque no hay estudios nacionales concluyentes,  algunas mediciones señalan que uno de cada diez escolares ha sido abusado sexualmente, eso significa más de 282 mil niños y niñas en el Perú.

Y cuando se me escarapela en cuerpo imaginando esa cifra macabra de niños y niñas, pensando que hay realidades mucho más dramáticas en algunas regiones del país, donde el cuerpo de las niñas es moneda de cambio en familias con economías precarias que han visto cómo su tierra, su agua, sus árboles y también sus mujeres son objeto de la explotación voraz, entonces pienso que no puede ser que la vida me alcance solamente para proteger a mi hijita, mi pequeña hijita, tan hermosa, con tanto amor por vivir, con tantas risas y besos que dar igual a las miles de niñas condenadas a ser violadas hoy o mañana, todas de ocho años, todas lindas, todas dignas de proteger.

Fuente: promsex.org